El corazón es el encargado de bombear la sangre para que esta llegue en cantidades suficientes a todos los órganos de nuestro cuerpo. Esta misión la lleva a cabo gracias a dos potentes músculos denominados ventrículo izquierdo y ventrículo derecho. Ambos se llenan de sangre y, al contraerse de forma coordinada, la impulsan por las arterias permitiendo su circulación continua.

La insuficiencia cardiaca es una enfermedad del corazón que se puede manifestar de diversas formas, cada una con sus propias características diferenciales. Por ello, cuando a una persona se le diagnostica de insuficiencia cardiaca, este término debería ir siempre acompañado de un "apellido" que nos indica el tipo concreto de insuficiencia cardiaca que padece el paciente.

Como hemos comentado, una de las causas más frecuentes de la insuficiencia cardiaca es el infarto de miocardio. Cuando éste se produce parte del músculo cardiaco se muere, y es sustituido por una cicatriz que queda en el corazón. Por ello, el resto del músculo cardiaco que queda vivo tiene que realizar toda la contracción cardiaca. Como consecuencia de este sobreesfuerzo se producen una serie de cambios en la forma y en la función del corazón.

En la insuficiencia cardiaca el corazón no puede bombear sangre en cantidades adecuadas para asegurar el normal funcionamiento de los órganos de nuestro cuerpo. Esto produce un deterioro progresivo de la función de algunos órganos, en ocasiones vitales. Los pulmones, los riñones, el hígado, la médula ósea y los músculos, entre otros, pueden verse comprometidos al no poder cumplir el corazón con su misión como bomba impulsora de la sangre.