Se denomina síncope a la pérdida de conocimiento. Esta puede ser más o menos brusca y acompañarse o no de otros síntomas (náuseas, vómitos, mareo, etc).

Dependiendo de las características del síncope nos podemos hacer una idea de qué lo ha producido. El mayor peligro en general de los síncopes es la caída al suelo que ocasionan, pudiendo presentar el paciente traumatismos de diversa gravedad; pero no hay que olvidar que en ocasiones los síncopes reflejan alteraciones graves en el corazón que deben ser tratados sin demora.

La pérdida de conocimiento más frecuente es la que se denomina síncope vasovagal u ortostático. Es el clásico que se produce cuando una persona está de pie durante mucho tiempo, con calor y ropa ajustada; en otras ocasiones se presenta ante un dolor intenso, la visualización de sangre, etc. Se produce porque nuestro corazón comienza a latir muy despacio y baja la tensión arterial, por lo que finalmente la cantidad de sangre que llega a nuestro cerebro no es suficiente y perdemos el conocimiento. No es brusco, sino que el paciente comienza a notar que algo va mal y va a perder el conocimiento (nota mareo, sudoración, visión borrosa… y en poco tiempo pierde el conocimiento). Las personas que tiene este tipo de síncopes suelen ser sensibles a los cambios posturales rápidos: por ejemplo, pueden notar mareo al levantarse rápidamente de la cama y ponerse de pie. La forma más sencilla de evitar que se produzca finalmente el síncope es tumbarse, con lo que además se evita la caída al suelo en caso de que éste llegue a producirse. Este síncope vasovagal no es típico de los pacientes con insuficiencia cardiaca, aunque algunas de las medicaciones que reciben estos pacientes (IECAs -captopril, enalapril, ramipril, etc.- y ARA II -losartán, candesartán, valsartán, etc.-) pueden producirlos, especialmente en las personas mayores.

Los síncopes que se producen en pacientes con alteraciones cardiacas son diferentes. En general son bruscos, el paciente de repente se desploma sin notar nada antes. Estos síncopes pueden estar originados por bradicardias (que el corazón vaya muy lento) o taquicardias (si el corazón va muy rápido no logra producir un latido eficaz del corazón). Las taquicardias ventriculares son en general las más peligrosas, pues pueden producir un paro del corazón y la muerte súbita. Estas taquicardias ventriculares malignas son más frecuentes en los pacientes que han sufrido un infarto previo que les ha dejado el corazón muy débil. Si se comprueba que el origen del síncope ha sido una taquicardia ventricular maligna el paciente debe recibir un desfibrilador automático implantable, que es un aparato que se implanta debajo de la piel del pecho y es capaz de quitar las arritmias malignas si estas aparecen de nuevo.

Cuando un paciente con insuficiencia cardiaca tiene un síncope hay que hacer un estudio para averiguar qué lo ha podido producir. El estudio básico consta de un electrocardiograma, un ecocardiograma y un holter de electrocardiograma (registro del electrocardiograma durante 24 horas). En algunas ocasiones hay que recurrir a métodos diagnósticos más complejos, como la mesa basculante o “tilt test”, un estudio electrofisiológico (para ver la actividad eléctrica del corazón) o incluso un cateterismo cardiaco.

En algunos pacientes con insuficiencia cardiaca y un corazón que late muy débilmente se implanta un desfibrilador antes de que se produzca ninguna arritmia maligna, pues en ocasiones no vamos a tener una segunda oportunidad si ésta se produce; por eso se coloca como prevención, aunque puede ser que el paciente luego no llegue a necesitarlo nunca.